Page 94 - Soy tu voz en el viento
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mi madre
A mi hermana
María S. Prieto de Espinoza
Estaba en el Senado
cumpliendo mi labor parlamentaria
cuando seco y escueto telegrama
me hablaba de tu muerte.
Me quedé en la noticia.
No podía ni llorar.
El llanto se secó como si hubieran
talado las laderas donde crecen las lágrimas.
Estaba solo en medio de la gente,
no entendía las palabras de cumplido
porque me fui señero por rutas de tu vida.
Ensimismado, recorriendo el camino,
me vino tu caricia sobre la ardida frente,
tu voz suave de ternura empapada,
tu servicial manera,
tu cálida sonrisa,
abierto ventanal de la alegría,
pozo fresco de azul con una estrella
para calmar la sed con claridad celeste.
En tu diaria labor de panadera
hacías el amasijo de tu risa
ligada con la harina,
por eso tu pan era más blando,
la miga más sabrosa.
Cada golpe de mano derramado en la masa
era la suavidad que se mezclaba
con la dura faena en que convoca el trigo
brisa y nubes que imprimen a la espiga
el ritmo cadencioso
con el sol desgajado en la mañana.
Tus milagrosas manos de enfermera
acorrían solícitas para buscar remedio
al hueso dislocado, a la fractura,
con tarea de tablillas y resinas,
ingeniería humana que ponía
camino en los tullidos,
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