Page 90 - Soy tu voz en el viento
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mi Padre


                                                          A Antonio J. Espinoza Prieto

             Padre, mi mente retrocede
             a la edad sin linderos
             del juego cristalino.
             Te miro en tu taller de joyería,
             adelgazando el oro,
             haciendo pasar por los hileros
             de ojos multiplicados
             el brillante metal
             que lentamente con el esfuerzo duro
             era hilo delgado entre tus manos tensas
             de orfebre cuidadoso.
             Tu figura gigante se proyecta,
             el soplete en la boca
             para lanzar la llama
             sobre el carbón en ascuas
             sostenido en el pulso.
             Sobre tu frente, sobre la cara toda
             se reflejaba ardiente
             la fulgurante lumbre:
             eras el dios del fuego,
             un mago transformista
             dirigiendo la flama
             allí donde en el frío
             átomos y moléculas cuajaron,
             deshaciendo durezas
             en siglos conformadas
             para darles tu forma.


             Acudías diligente a los crisoles,
             donde oro, plata, cobre
             eran líquida aurora
             que vaciada sobre la arena fina
             tomará los contornos
             fijados por el molde.

             La lima, el buril o la segueta
             desbastaban la dura resistencia,
             pulían las aristas,
             y en el tiempo medido,
             recreado en tu propia maestría,
             de tus dedos delicados
             salía la joya reluciente.




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