Page 98 - Soy tu voz en el viento
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del cobarde valor del ciudadano íntegro y libre
             que imponiéndose al miedo enfrentaba la malechuría
             para cumplir con el deber fijado en su tarea;
             Cayetano García, Andrés Ortega, Beltrán el de María Brito,
             y tantos otros que dejaron silencios
             y palabras transidas de amor a nuestra tierra.

             Y los que sobreviven en la diáspora aisladora
             o quedaron sembrados en el terrón de amor isleño
             en la raíz de angustia y sequía sempiterna,
             peleadores del sueño y de la vida inhóspita:
             Plácido Fermín, quien me enseñó en la niñez temprana
             que el odio no pervive sobre el claro destino de las horas
             en que el juego se trueca en alegría desbordante.
             Manolo Montaner Salazar, el de Antonia Leocadia,
             de la mística sombra en el sayal del cura
             y la sana hermandad que nos hacía gozosos
             zarandear nuestros trompos tañidores en la arena
             como dos corazones que latían acompasadamente
             sin la cuerda que ata, pero da el movimiento.
             Y Toño González Ávila, pitcher de la novela azul,
             Pedro Ramón Marcano, el Kaiser de jugar a la pelea
             cuando contienda aterradora se desgajó en el mundo,
             Vitico García Salazar y Ramón Nóbrega
             del derrumbado túmulo y huida sin respiro
             con susto de los muertos siguiéndonos los pasos;
             Antonio Subero, Beltrán Brito el de Chepa, con Enrique el de Sara,
             Ramón y el Chingo de Jovita, con Franzo Aguilera
             y Pedrito Salazar Gamboa, silente pensamiento introvertido,
             Ramón Dionisio Rivas y Alejandro Rodríguez,
             con su ojo apagado y su mansa bondad de franciscano,
             Vidal Narváez, la Bejuca, y su hermano Chucho Mantequilla,
             Ballito Salazar, Félix Ramón Silva Torcat,
             Jesús Berbín, Cleotilde y Luis José Navarro,
             perdido en la maraña de su mente extraviada.

             Todos en el tenaz esfuerzo envejecidos
             pero haciendo del sueño un compromiso con la vida,
             sin importar la humilde condición o alto destino,
             para servir importa poco el puesto que nos toque
             si sabemos cumplir el objetivo que convoca al trabajo
             y nos fija un destino medido en la medida
             de nuestra magnitud de hombres cabales.









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