Page 308 - Soy tu voz en el viento
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el bruñido cristal donde te miras:
el cerro es una nube derramada en el suelo,
la nube, cerro errante que cabalga en el cielo.
Tu claridad sonora es canción de la ola,
una amorosa forma de decir a la vida
que en los ojos abiertos te llevamos cautiva
y nunca, nunca, nunca la sombra de la muerte nos llenará de sombras.
Apacible dominio del silencio,
los árboles, el viento, la gente de puntillas,
los dedos en los labios, apaciguan los ruidos
para no interrumpir la paz de tus caminos.
Puerto o puerta de salir al encuentro descubridor de tierras
a confundir los pechos, los anhelos
en el espacio intransferible de la gran Patria amada
y de volver sedientos de la sed de tu afecto
generoso de arrullos, inefable ternura.
VII
Tu marinera gente de hacendosa tarea,
la brega sin reposo, en vigilante acecho de distancias
ponen siempre la vista en lejano horizonte,
por eso esperan siempre y marchan al encuentro
de la promesa que en el trabajo se hace realidad.
Para decir sus nombres se atropellan las voces,
las letras y las sílabas se juntan amorosas:
desde el subsuelo del recuerdo un caracol pregona:
Isabel Verde Beauffond, mi amor de adolescente,
dulzura de unos ojos, suavidad y ternura
donde cabían enteros el sueño y el desvelo
y Virginia, su hermana, un alma delicada, transparente
apacible bondad de evocación y lejanía.
Y corre en el arroyo de la brisa
Licha Pérez Frontado, indulgente hidalguía.
En el canoro acento de una paraulata
vienen Vito Cedeño y Vicente su hermano
que pueblan de canciones el ámbito del puerto;
al pronunciar Maneiros se acompasan los himnos;
los Silvas, los Narváez los anuncia la tierra verdecida,
pero para decir Chucho Subero el grito se me sube a la garganta
porque en Chucho tenía la amistad su medida,
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