Page 305 - Soy tu voz en el viento
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la azul claridad de PamPatar


                                                       Al transparente recuerdo de Virginia
                                                      Verde Beauffond y de Chucho Subero


               I

               Ciudad de la amorosa orilla costanera,
               arco tendido entre Punta Moreno y La Caranta
               que dispara sus flechas al infinito de constelado azul,
               el mar reverberante de espumas, de algas y de peces
               riza en tus pies, sube por tus caderas
               y se queda dormido en La Salina, espejo triturado
               que dispersa sus luces en laderas del viento
               y en el espacio viviente entre cerros y playas,
               la inmensidad abierta de nubes y luceros.


               El mar es un camino, hilo tendido
               entre tu cimbradura y la distancia sin fronteras,
               por tu ventana abierta penetró la aventura,
               las conquistadoras naves trajeron óleo y sangre
               y la asustada grey de mansos guaiqueríes
               los recibió de paz, la flecha guardada en el carcaj
               la amistad que brindaron, traicionada;
               de tus playas partieron galeones cargados y volvieron
               con géneros distintos y distantes, abalorios de cambio
               de las valiosas joyas arrancadas del fondo a los ostrales.

               Seguro puerto y puerta de la Margarita marinera,
               en tus flancos irguió la piedra muros,
               trincheras de defensa, castillos resistentes
               que la pirata gente abordó con denuedo
               en sus depredadoras correrías de pillaje
               o fueron un obstáculo para los insurgentes que pedían libertad.

               II


               La escuadra de Morillo cubrió tu ámbito de velas y cañones
               y contempló asombrada el gesto de Bermúdez desafiando la fuerza
               en un débil trespuños, con un arma, su espada
               y una interjección disparada iracunda en el aire.
               Tú miraste partir, seguro de victoria,
               al Pacificador de la paz mentirosa y la perfidia
               y le viste tornar, torva la mirada, inclinada la frente,
               sacudiéndose el polvo de derrota que sufrió en Matasiete.






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