Page 238 - Soy tu voz en el viento
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lo inmovilizó para los rumbos
y lo dejó dormido
para que el mar batiera sus costados
eternamente,
pedestal en el tiempo detenido.
No posó su planta el Almirante
sobre las playas de la Margarita,
“Isla muy bella y graciosa por de fuera
y por dentro harto buena” como dice Las Casas.
Sin embargo a Cubagua,
la calva tierra inhóspita,
hizo bajar marinos...
Volvieron cargados de aljófares,
que le hicieron decir con voz quebrada:
“Dígoos que estáis en la más rica tierra,
démosle las gracias al Señor”
y enfiló por la costa
hasta el cabo que después se llamaría La Vela,
poniendo rumbo franco
que lleva a la Española.
Cuando llegaron los descubridores
los guaiqueríes, juzgándolos aliados
contra sus enemigos, de paz los recibieron
porque su diezmada tribu solo eran
“los que quisieron sobrar los caribes”.
Los navegantes de las blancas naves
de velamen flamante junto al viento
violaron la confianza de la indiada infeliz.
Pedro Alonso Niño, Cristóbal Guerra que fueron compañeros
tal como Ojeda, Américo Vespucio, Juan de La Cosa
eran aventureros, buscadores de perlas
que los indios les dieron generosos,
pero los apresaron en sus barcos
para venderlos luego como esclavos
que morirían distantes
secas ya sus telúricas raíces.
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