Page 533 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa


              se quedó dulcemente echada, el pecho contra la tierra
              desnuda, el rostro sobre húmeda almohada de flores.
                  Cuando despertó era Día de Navidad. Tenía las siete
              piedrecitas marcadas como siete estrellas sobre su cara. Pero
              ya no estaba triste. Abrió una vieja ventana y su primera
              mirada del día fue para el pozo.
                  Nunca le fue tan familiar. Le sonrió con esa sonrisa
              que los seres sencillos no suelen tener sino para los que
              comparten con ellos un secreto maravilloso.











































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