Page 472 - Sencillamente Aquiles
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FÁBULA DE LA AVISPA AHOGADA








                   La avispa aquel día
                   desde la mañana,
                   como de costumbre
                   bravísima andaba.
                   El día era hermoso
                   la brisa liviana;
                   cubierta la tierra
                   de flores estaba
                   y mil pajaritos
                   los aires cruzaban.

                   Pero a nuestra avispa
                   —nuestra avispa brava—
                   nada le atraía,
                   no veía nada
                   por ir como iba
                   comida de rabia.
                   «Adiós», le dijeron
                   unas rosas blancas,
                   y ella ni siquiera
                   se volvió a mirarlas
                   por ir abstraída,
                   torva, ensimismada,
                   con la furia sorda
                   que la devoraba.

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