Page 162 - Sencillamente Aquiles
P. 162
RAFAEL PINEDA LE PRESTA
SU CAMISA A BOLÍVAR
Todos los días pasas por mi casa soltando una rutilante
cantidad de malas palabras y declaraciones de amor a la
puerta de mi frente.
Subido a tu caballo de plata vienes, de casa en casa, dándole
a cada uno como rosas tu poquito de sufrimiento.
Manuelita no hallaba qué hacer ahogada en lágrimas como
estaba en esos días; y yo también, como les consta a algunos,
en esa horrenda tarde de tan hermoso dolor me comí casi
todos los pañuelos.
Último besamanos de tu pasado, hablábamos un fluidísimo
francés, Simón Bolívar con tu alma poblada de pianos.
Simón Bolívar, padre culpable de mi sangre, padre de mis
ojos, cómo abandonarte, hijo mío, cómo, si cada vez que
mi madre contempla el horizonte de Caracas ahí estás tú,
reclinada tu última reserva de derrota sobre los hombros
de Rafael Pineda, tan tan solo 1827.
Nunca olvidaremos pues ese instante de varonía suprema
en que nuestro amadísimo y diligente Rafael, habiendo
galantemente besado una hoja de las que pisó tu caballo,
se arrancó los colores de su camisa como quien se despoja
el cuerpo de un cuaderno de mariposas.
162