Page 161 - Sencillamente Aquiles
P. 161
A MOZART,
DE UNO DE SUS DOLIENTES
Mozart, con tu peluca de seda estrellada por el rocío,
con tu solemne cara de tonto,
con tus lindos zapatos de papel plateado
y tu piano como una gran caja de chocolaticos recién abierta.
Mozart, pequeña gota de perfume sobre mis párpados,
con tu niñez de oro paseándose por entre deslumbrantes
[espejos,
Mozart, mi pobre niño prisionero de las magníficas
[vitrinas,
¡mira, Mozart, a nadie le falta Dios en este mundo!,
y yo soy entre los dos o tres voluntarios que ese día
[asistieron
a tu deplorable funeral,
tal vez el único en saber dónde fue por fin que te enterraron.
No venderé ese secreto por menos de un centavo,
no se lo confiaré a nadie salvo que me remunere la
[moneda de
oro que insistentemente me reclaman los empresarios de
[pompas
fúnebres por el miserable ataúd comprado a crédito en que
[te enterraron.
161