Page 146 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles




                   Hasta que, al fin, desnuda y sonrosada,
                   surge como una rosa deshojada,
                   relleno el corazón de tocineta
                   y de restos avícolas repleta,
                   mientras por sus arterias corre un guiso
                   que levanta a un difunto, vulgo occiso.

                   Pero, ¿cómo olvidar las aceitunas
                   que, no obstante sus pepas importunas
                   (las que algunos escupen en el piso),
                   le dan sazón al guiso?
                   ¿Y la almendra, señores, y la pasa?

                   ¿Y esa tela finísima de masa
                   que de envoltura sírvele al relleno
                   y cuando queda cruda es un veneno?

                   ¡Oh divinas hallacas,
                   aunque os tenga más de uno por dañinas,
                   yo os quiero porque habláis de una Caracas
                   de la que ya no quedan ni las ruinas!



















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