Page 12 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles


            a su hijo. Pasa su infancia en la parroquia San Juan, en
            una Caracas todavía de techos rojos. Hacía muchas excur-
            siones al Ávila con su padre y también paseaba con él en
            bicicleta, hasta un pueblo cercano a la ciudad llamado El
            Hatillo. Quizás estos paseos llenos de alegría y sin dinero
            marcaron su forma romántica y optimista de vacilarse la
            vida, no importando que la mayoría de las veces tuviera
            los bolsillos vacíos y viviera en un país sometido por un
            dictador que le decía lo que tenía que hacer.
                Vivió, sufrió y sobrevivió a dictadores y a demócratas.
            De alguna forma supo tener la fuerza suficiente para no
            dejarse doblegar por la brutalidad ni por la estupidez de
            los gobernantes de turno, aunque muchas veces tuvo que
            pagar con cárcel su determinación. Fue uno de los presos
            de menor edad que tuvo el gobierno del general Gómez:
            resulta que cuando vino Lindbergh a Caracas, Aquiles, de
            seis años, salió junto a otros niños a buscar el mejor sitio
            para ver el primer avión que surcaría el cielo caraqueño y
            no se le ocurrió mejor idea que montarse en la cerca que
            rodea el Palacio de Miraflores, por lo que un guardia se lo
            llevó preso. Es que los gobernantes de esa época eran muy
            miedosos y creían que hasta un niño podía matarlos.
                A los dieciséis años, tras la muerte de su padre, asume
            la responsabilidad familiar y valiéndose de haber apren-
            dido a hablar inglés desde muy niño con una dulcera trini-
            taria, consigue empleo en el Ministerio de Fomento como
            guía de turistas, convirtiéndose en el primer guía de tu-
            ristas que tuvo Venezuela.
                Por motivo de trabajo, junto a su madre y sus cuatro
            hermanos se traslada a Puerto Cabello. Allí viven en la
            famosa calle Lanceros, de donde adopta su pseudónimo
            «Lancero» para hacer sus primeros escritos en la prensa.

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