Page 99 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
               Escritor, ensayista, narrador y poeta, lo conocemos sus amigos y
               sus alumnos mucho antes de que su nombre se oyera en los dictá-
               menes de los concursos literarios que han reconocido sus dones
               reflexivos y estéticos.
                  Si su patria originaria lo reclama con premura (allá moran sus
               ancestros sobre o bajo tierra y lo aguarda el abrazo de gente suya,
               que es larga y varia), la isla lo retiene con el regalo de su cariño y su
               agradecimiento. En ella escribe y enseña con el mismo deleite de
               que es pródigo en la amistad. Tal vez sean sus virtudes narrativas
               y ensayísticas las que le han dado mayor nombradía. Este libro
               confirma, sin embargo, que su escritura poética no ha hecho sino
               enriquecer su prosa de invención y de meditación, prestándole su
               savia y su forma verbal.
                  En  Encanto de Guanipa, en efecto, se juntan esa sustancia
               y esa fisonomía literarias. La imagen y las pausas someten a la
               concreción la emotividad y el pensamiento que las animan. El
             [ 98 ]  espacio es reconocible no sólo por su geografía (las sabanas y llanos
               quebrados, su hirsuto confín, su ardiente esplendor), sino por sus
               nombres (los pueblos, la vegetación, el animal, el hombre) e igual
               resulta familiar su vínculo temático —y hasta estilístico— con
               Carlos San Diego, el poeta tan cercano a su poesía y a su afecto.
               Ambos proponen, junto a Canache La Rosa y Santos López, una
               poética de la desfiguración paisajística en la escritura del poema,
               como si la deformación de lo visual configurara una materia
               amorfa en la que se mezclan fragmentos del mundo circundante
               y de la memoria nómada. En el libro de José Pérez es frecuente,
               constante sería mejor, la mención de la persona que motiva el
               asunto del poema. Son ellos, habitantes o vecinos del paisaje de
               Guanipa, quienes suscitan la elección de los nombres y los lugares
               convertidos en objeto poético. Y cubriéndolo todo, a modo de
               sobremundo, de heredad moral, la presencia indígena kariña deja
               oír sus voces, las extintas y las que aún sobreviven en los animales,
               la vegetación, los campos y los cantos. Lo ilustra el poema que sirve
               de umbral al libro, titulado con evidente propósito, ars poética,






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