Page 104 - Lectura Común
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La lectura común                                Por el ojo de la letra
              asoman a la puerta de sus hogares, en las esquinas. Se tienen per-
              plejos o sonrientes ante el misterio del colodiom los fundadores
              de apellidos y los que responden como el paisaje y trabajan por
              sus manos. La caricia del cariño remozó moradas de holgada vida;
              embalconadas persisten las de la familia Saturno Canelón y las
              desmesuradas de los Millares, Camacho Barrios, Sosa Guillén
              o la muy anchurosa y bien acicalada donde habitara el general
              Páez. De Guama era oriundo el pintor de la Colonia Carmelo Fer-
              nández, “criado —subraya López Pinto— por su abuela paterna,
              María Violante Herrera, esposa en segundas nupcias de Juan
              Vicente Páez y padre de José Antonio Páez”.
                  Señor de flux blanco, corbata negra, zapatos lustrosos y reloj
              de leontina fue don Tiburcio Garrido, médico sensible al menes-
              teroso. Como él, no pocos paisanos de profesión y de extendidas
              propiedades se distinguieron por sus larguezas hacia el prójimo,
              como aquel Jorge Humberto Saturno, “el Mecenas de Guama”.
              Lugar de relieve ocupan los maestros, numerosos hombres y    [ 103 ]
              las mujeres que impartieron la enseñanza escolar, como Rafael
              Mujica, Francisco López  Bravo, José Antonio Sosa  Guillén.
              Luchadora social era Mercedes Gordido Wonhiedler, “una mujer
              del coraje y la valentía de Luisa Cáceres de Arismendi”, asegura
              López Pinto.
                  El legendario periodista Arístides Bastidas pervive en el pen-
              samiento de los guaneros que se resisten a olvidar el gentilicio del
              pueblo y de sus vecindarios.
                  Por montes y senderos desanda el mito de Faustino Parra, el
              justiciero, suerte de “Robin Hood” yaracuyano, cuya fantástica
              historia enriquece aún la fabulación oral.
                  La historia del país y del mundo era una lectura colectiva. Las
              reyertas políticas lastimaron los espíritus pero pronto sanarían
              sus heridas. La Segunda Guerra Mundial tuvo en don Jacinto Goi-
              tía a un ingenuo defensor de Alemania. Los nombres de Chur-
              chill, Roosevelt, De Gaulle, Montgomery se hicieron tan familia-
              res como el de los viandantes y tertuliantes de la calle Comercio.






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