Page 95 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
es, el regreso de todos nosotros a nuestra patria emblemática que
es Ítaca. La odisea homérica significa, si se quiere, el pretexto para
emprender una relectura de nuestro destino enfrentándonos a
un mar de conflictos y asedios que si bien conservan los lugares
y los personajes que pueblan el poema, entendemos, a medida
que avanzamos en la lectura de este libro rico en interpretacio-
nes y análisis simbólicos, que trata sobre el hombre histórico, el
hombre que venimos siendo. Basta con cambiar los nombres de la
geografía mediterránea y de los dioses, magos y monstruos que la
habitan para situar la epopeya en nuestra contemporaneidad y en
especial en nuestra psiquis o nuestros adentros.
Y es allí donde radica la excelencia de la obra de Zeidan. Al
explicar, con probada erudición, el camino marino de Ulises
en términos lineales, nuestro huidizo —y, por ende, odiséico
amigo— pone de relieve el carácter iniciático de la travesía, iden-
tificando los sufrimientos del marino y guerrero griego con los
[ 94 ] trabajos de los aedos antiguos, tan cercanos al chamán, a los via-
jeros del trasmundo, los caminantes del éxtasis.
Zeidan reescribe, como el alejandrino Cavafy, la saga homé-
rica y la traduce a la vida de cada día, pero desdeña seguir la senda
de la psicología analítica o la transcripción de la mitología griega,
al lenguaje psicoterapéutico, pues no es esa la ruta que ha elegido
para probarnos qué de Ulises-Odiseo pervive en nuestro ser pro-
fundo, cuántas veces afrontamos el piélago y a las fuerzas que se
oponen a nuestro regreso a lo más hondo de nuestra patria aní-
mica, al anima mundi interior.
Helenista universitario y solitario, Zeidan nutre esa revela-
dora lectura del poema homérico glosando la estructura de los
hexámetros para sustentar la importancia de su estructura for-
mal en la estructura sonora del canto, ambos intrínsecamente
unidos para producir en el oyente-lector el embrujo que intuimos,
a juzgar por el que produce en nosotros su versión al español.
“Me pregunto si conocerá a Briceño Guerrero”, me dice el
poeta Acevedo. Él sabe la causa, que no es otra que la erudición
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