Page 59 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
               encuentro nuestro en lo alto del “mediodía el justo”, en el que creía
               Paul Valéry, yo insistía en preguntarle por su libro y su destino de
               sala de espera. Más que responderme, asomaba su imprecisa son-
               risa, a modo de indiferencia o de sabiduría.
                  Que es periodista, que coordina la Unidad de Medios del Cen-
               tro Universitario Francisco de Miranda, que ha dirigido periódi-
               cos y programas radiales lo sabría al leer la rápida noticia escrita
               sobre la pared de atrás de los dieciocho breves y escasos poemas
               a los que su autor titulara Cantares del reino, impresos bajo el
               sello de la Espada Rota y del Cenal, el Instituto Autónomo Cen-
               tro Nacional del Libro del Ministerio del Poder Popular para la
               Cultura. Colijo que mi amigo determinó reunir su escueto testi-
               monio para entretener su paciencia ante la ya inclemente poster-
               gación del otro poemario. He olvidado referir que en las no pocas
               ocasiones de nuestros ocasionales encuentros distraje mi curiosi-
               dad por saber sobre la región de su proveniencia. Suponía su ape-
             [ 58 ]  llido oriundo de los yernos de Guanipa, mas una confidencia de
               la contraportada de sus Cantares me corrigió que había nacido
               más allá, en el Pao de Guayana, esas colinas ventosas que ocultan
               entre el cerrado follaje y el agua blanca de su río unos cerros de
               hierro que por años escarbara largamente la Iron Mining Com-
               pany y que hoy muestran semblanza de pirámide de Keops y de
               cráter cenizoso.
                  Escribe Quiaragua que el talle de su amada es de infancia, que
               en la máscara dorada que la oculta “está la herida, límites de asom-
               bro”, que ha sido lector de Anacreonte, que llora bajo la sombra, que
               es “La gloria de diez mil jinetes”, que ha besado sus senos “bajo las
               Rosas de Francia” y es, como Lydia o Beatriz, “sueño del sueño”. Al
               borde de una altafuente la observa y entona para ella esta canción.


                  Si mañana tienes los mismos ojos
                  te diré piedra roja caída del cielo
                  Agua y rosa encantada de septiembre







       Lectura comun heterodox   58                                    13/4/10   12:35:19
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