Page 55 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
               labrantíos como si les hablara a sus moradores y labriegos y se
               amistó con los matorrales como si fueran bosques. Registró en
               los papeles públicos las actas de bautismo de corredores y solares,
               esquinas y sillas. Nadie en las colinas y valles de Aragua, fuera en
               el jardín colgante de Pittier, fuera en la playa color de mediodía de
               Choroní y en el mar vegetal de Chuao, lo creía otro que no fuera
               uno más de ellos. Mostraba sus mismas facciones, su andar como
               por huerta roturada, su franqueza callada, su efusividad contem-
               plativa, su parla de escritura oral. Tales vividuras por la geografía
               humana aragüeña las juntó en las páginas de varios volúmenes.
               Si Aragua muriera, no podría: su alma habría de pervivir en las
               páginas de las crónicas de Pedro Ruiz.
                  Yo lo sabía poeta, menos por sus libros que por sus maneras
               y por su estilo de pensar y sentir el país que frecuentaba su prosa.
               No recuerdo que me haya siquiera cedido algún manuscrito suyo,
               siquiera un volumen de su autoría. Su poesía más conocida era la
             [ 54 ]  lectura que profesaba por los poetas que admiraba. Diría que pre-
               fería ocultar la propia. O callarla frente a nosotros.
                  Ese resguardo duró hasta hace poco con la aparición de Cam-
               pesinos, el volumen que recién ofrece el sello Monte Ávila con oca-
               sión del 6to. Festival Mundial de Poesía que tiene lugar en estos
               días en toda Venezuela. Reúnense en sus páginas varios títulos.
               Son ellos: Voces, Con el río a la espalda, Cambural y eco, Estación
               posible y Fervor y páramo, este último hasta hoy desconocido.
                  Para saludar la antología, Ramón Palomares abre sus puer-
               tas para anunciarnos que “las voces de este libro recitan con
               amable parsimonia el ensueño”, no sin antes loar “el encanto de
               su poder encantatorio”. A su vez, José (Pepe) Barroeta, desde su
               eternidad, refiere las bondades de Con el río a la espalda, el libro
               primigenio de Pedro Ruiz. “La fantasía del libro —oigamos al
               poeta Barroeta— nos advierte del peligro de volver atrás si aún
               no hemos consumado en nosotros el inocente acto del regreso”.
                  De regreso es, en punto, la motivación de esta poesía. Le
               oí escribir a Humberto Eco que todo vuelve antológicamente a






       Lectura comun heterodox   54                                    13/4/10   12:35:18
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