Page 411 - Lectura Común
P. 411

Luis Alberto Crespo
                  La “obra” del artista y poeta Contramaestre expresaba la
               irrupción de un grupo de escritores y artistas que se decían balle-
               neros, en otras palabras, moradores del vientre de un cetáceo que
               era menos gigante marino que imagen natatoria de la imagina-
               ción sin límites. Bajo el Techo de la Ballena se guarecieron hasta
               el último día de una rebelión estética y política que surcaba las
               encrespadas olas de los años de la insurgencia armada, los albores
               de la Revolución cubana, las movilizaciones civiles contra la gue-
               rra de Vietnam, el consumo del ácido lisérgico y los gritos de los
               rockeros.
                  Los balleneros lograron atraer a no pocos intelectuales uni-
               versitarios, pintores, poetas, narradores, algunos de ellos con
               reconocida nombradía como Salvador Garmendia y Adriano
               González León, este último teorizador del grupo, la cabeza de oro
               y de hoguera de la razón y de su imaginario.
                  Enemigos acérrimos de museos, canonjías, reconocimientos,
             [ 410 ]  su obediencia atendía a la llamada izquierda revolucionaria de los
               sixties. Sus órganos de difusión consistían en ediciones tubulares,
               afiches, collages, plaquettes. Aborrecían al escritor funcionario
               público y diplomático, al profesor con olor a Old Spice y lentes de
               Ray-ban, al político del puntofijismo con pretensiones literarias o
               artísticas, al sensiblero y al propagador de lo que estigmatizaban
               como capitoste de la cursilería. Contra ella y la pacatería cultural
               y política del momento, Adriano González León llamó a “santi-
               ficar los niples” y a realizar exhaustivas investigaciones sobre la
               basura.
                  Defendían lo insólito y cuanto contribuyera a desacralizar las
               buenas conciencias de la sociedad y la fe religiosa. Su lenguaje ver-
               bal y plástico (nunca hubo tanta vecindad entre la escritura y las
               artes como en las expresiones de El Techo de la Ballena) no estaba
               ciertamente lejos de las reyertas poético-artísticas de Tristan
               Tzara y André Breton.
                  Mas no se contentaron los revoltosos con aquella exposición
               de vísceras. Su imaginación poética no tardaría en sufrir el acoso






       Lectura comun heterodox   410                                   13/4/10   12:36:25
   406   407   408   409   410   411   412   413   414   415   416