Page 317 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
               petareño sería objeto de tributo en la rúbrica. El decir de Bárbaro
               Rivas se escucha a lo largo del cuento de su existencia sensible y
               pobre. “Por la noche tengo una revelación y en cuanto me des-
               pierto la pinto”, señala. Tales revelaciones provienen de su con-
               templación de lo sagrado y de la pureza de los seres y las cosas
               que lo rodearon en su patria de ranchos con vuelos de pájaros y
               paredes de infancia, con casas de Dios, santos y animales calle-
               jeros, papel y lata. Su vida de tormenta y de sosiego nos mira en
               sus autorretratos. Si Reverón fue iluminado por el blanco y su res-
               plandor, Rivas fue asombrado por lo sencillo y su espiritualidad.
                  Una escritura evocadora regresa del olvido a Los Disidentes,
               aquel grupo de poetas, pintores, filósofos y músicos venezolanos
               y franceses que se juntaron brevemente pero para siempre por
               los años del 45 y del 50 en cierto subsuelo del Barrio Latino pari-
               siense. Sus rostros, intocados por el tiempo, preservan la juven-
             [ 316 ] tud de Alejandro Otero, Mateo Manaure, Pascual Navarro, Luis
               Guevara Moreno, Aimée Battistini, Armand Gatti, Pierre Ovu-
               les. Acompañan su recuerdo los catálogos y manifiestos del grupo
               que se dispersó en la historia de las vanguardias estéticas e inte-
               lectuales como las aguas del Sena.
                  María Luz Cárdenas discurre sobre “El dibujo, una aproxima-
               ción”, con Baudelaire, Paul Valéry y Matisse en los recuadros, un
               pájaro de Pisanello Vogel, unas rayas de Picasso, un Massaccio,
               la mirada de Reverón y sus amadas de trapo, un creyón de Degas,
               “La adoración de los reyes magos” en los recuadros y el escorzo del
               hombre universal de don Leonardo da Vinci, entre tantos inmor-
               tales del carboncillo y el óleo.
                  Willy Aranguren prefiere elogiar los dibujos del poeta Juan
               Calzadilla y de José Luis Cuevas y Mari Carmen Ramírez exalta
               las líneas de alambre y el color de sepia pálido de Gego. Un cola-
               borador sin nombre escribe sobre la escritura. Busca apoyo en
               una luminosa frase de Picasso que es copia de un texto anónimo:
               “La escritura es el más hermoso dibujo capaz de ser creado por
               el hombre”. Para probar lo dicho, Apollinaire inventa un poema






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