Page 321 - Lectura Común
P. 321

Luis Alberto Crespo
               Ovidio. A las mujeres indígenas con las que se topaban las identi-
               ficaron con las hijas de Atlante. Por entre las quebradas y las aguas
               terrosas y agresivas de sus ríos vieron pasar a Jason, su vellocino
               de oro trocado en cuero de res. Más tarde, a medida que avanza-
               ban la conquista y la colonia, el paisaje y su “murallón basáltico”,
               como lo nomina Argenis Ranuárez, el cronista de la región, no
               pudo defender su apelativo aborigen: el hombre de la cruz y de la
               espada, el valido de repartimientos de valles y montañas y amo de
               encomienda de indios y esclavos, y mucho después Humboldt y
               sus discípulos profesaron la costumbre de helenizar esas “torres
               desprevenidas” que Jacinto Fombona Pachano avizorara en sus
               paisajes inencontrables.
                  No estuve en la capital del Guárico la vez que el poeta e histo-
               riador Adolfo Rodríguez, de los Rodríguez ipireños, pronunciara
               el discurso con el que saludara los 225 años de la fundación de
             [ 320 ] San Juan de los Morros, pero leo ahora, en esta mañana, su escri-
               tura, editada por la Alcaldía del Municipio Germán Roscio guari-
               queño. “Jardín de las Hespérides” tituló a su disertación de cuyo
               pormenor he trascrito la anécdota de hace unas líneas, en las que
               da noticia del enlace greco-romano y precolombino que se le atri-
               buyen desde hace siglos a los Morros de San Juan.
                  Para mayor abundamiento, Adolfo Rodríguez da minuciosa
               referencia de la insistencia de los cronistas, los sabios y los poe-
               tas en ungir a la gran roca calcárea con incontables semejanzas
               de deidades, epopeyas homéricas y familiarización con paisajes
               europeos. Con “triste y solitaria grandeza” la encuentra el capitán
               británico Wowell. El naturalista Boussingault asegura “que nadie
               se atreve a acercársele sino temblando” y al diplomático y memo-
               ralista Ker Porter le recuerda “al condado silvestre de Derbyshire”.
               A su paso por los llanos, rumbo al sur amazónico, Humboldt se
               detuvo a observarla y creyó ver en ella las destrozadas cumbres de
               “dos castillos arruinados”. Mucho después, Ramón Páez, el hijo del
               Centauro, haciendo alarde de su caletreada cultura, asevera en su
               libro de viaje por las sabanas de Venezuela que las aguas termales






       Lectura comun heterodox   320                                   13/4/10   12:36:07
   316   317   318   319   320   321   322   323   324   325   326