Page 325 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
               a fundamentalismos de cualquier orden, yendo —como el pez— a
               contracorriente de actualidades y consumo letrista.
                  Tal pareciera constituir el norte que persigue la recién revista,
               en la  que participan —a más de Carmen Chazzín— Natalia
               Fajardo, Kenny Pérez,  omas Basanta, Diego Navarro, Richard
               Morales, Yessika Hernández. Debo citar, por estimar su labor
               asaz acertada, el diseño y la diagramación de Faride Mereb.
                  Fiel, pues, a su objetivo, los editores hacen acto de juramento
               de lo que habrá de marcar el destino de la publicación y así lo sus-
               criben: “Voz Creativa, Revista Literaria, busca desde sus oríge-
               nes crear conciencia y terreno sólido para desempolvar autores y
               obras arrojados al pasado, conjuntamente con su aporte a la lite-
               ratura venezolana”. Advierten, además, que en sus páginas convi-
               virán por igual el escritor de nombradía y el escritor en busca de
               alcanzarla, sin que se note privilegio hacia género alguno, pues es
             [ 324 ] La Literatura, así con mayúsculas, la que tendrá casa abierta en la
               presente como en las futuras entregas.
                  Para probarlo proponen un poema olvidado de Sor María de
               los Ángeles, la monja a quien se tiene por iniciadora de la poesía
               escrita por mujer entre nosotros. Apenas terminamos de leerlo,
               escuchamos la tarde lluviosa de Héctor Guillermo Villalobos,
               “la Soledad” que Vicente Gerbasi halló en su Bosque Doliente,
               “la imagen detrás del espejo” que Luis Pastori reunió entre sus
               Trofeos de casa y visitamos la Casa por dentro de Luz Machado.
               Una frágil frontera de papel separa a los poetas de largo nombra-
               miento de los de breve noticia, como Deisa Tremarias, autora del
               poema “Horloge à balancier”; Elizaria Flores, entretanto, invoca
               a Silvya Plath con más fervor que el que le niega Dereck Walcott,
               nuestro Premio Nobel trinitario, quien le inflige el burlista epí-
               teto de “musa de la aspirina”. Elizaria, en cambio, comprende su
               suicidio porque para la muchacha universitaria del Smith College
               de Boston, fue “imperioso” asfixiarse para “escapar del cuerpo
               tan pesado”.








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