Page 330 - Lectura Común
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La lectura común Escrito sobre el aire
nuestro destino de pudridero, protege al otro, al de cada día, el
que con nosotros grita nuestro nacimiento y se atreve a llorar
sobre nosotros con Rilke.
En casa, el carnaval, el espectáculo teatral colectivo que así
se llama, narra una historia graciosa, casi ingenua, disfrazada
de negrita del año 50 y 60, el simulacro de un reinado con dis-
fraz a rostro y encanto descubiertos en su reino de carrozas y un
gobierno de serpentinas, confiterías y bailes de plaza club y plaza
pública. La ebriedad abusaba de la franquicia que permitía el dis-
fraz. Mas era otra la ebriedad, no usaba la máscara blanca de la
droga. No sabía morir de muerte sangrienta. Loada sea el agua
mansa que derramamos, a modo de regresión a la infancia y a la
francachela sobre nuestros vecinos y paseantes
De aquella memoria callejera y a la intemperie sobrevive el
ventorrillo agobiado de antifaces y máscaras, remedo de nuestro
talante de actor trágico y comediante, de comediante trágico de
cada día. [ 329 ]
Asaz alejado del jolgorio carnavalesco, desobediente del mar-
keting y la representación circense, el venezolano de nuestras sel-
vas escenifica sus dioses con disfraces de los creadores del hom-
bre, los seres y las cosas en el warime de los hottujas y en el antifaz
bonachón que oculta al severo padre yekuana para corregir sin
ser visto al hijo díscolo. Acaso el aborigen amazónico hállase más
próximo a las divinidades griegas que nosotros, los que remeda-
mos su decadencia jugando al carnaval del cuerpo visible y escon-
dido de nuestra vida antes y después de la máscara, siempre, siem-
pre, con o sin sudario, con el hueso descarnado o con su ceniza.
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