Page 329 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
de los Latinos, inventó la bacanal, el jolgorio donde ningún deseo
era reprimido y el cuerpo era la máscara de los instintos ocultos.
Momo, el otro demiurgo orgiástico, extrema el desenfreno, roza
y sobrepasa la demencia. Quitarnos la carne propia para vestir
otra explica la palabra Carnaval, por lo que el ritual que por estos
días celebramos los hijos de los dioses prueba que la sentencia del
poeta vidente de Francia no es para nada caprichoso juego verbal.
Ninguna determinación es más humana y por ende más
emblemática. Acabamos de ver que los propios dioses hubieron
de recurrir a la simulación de sus semblantes para lograr deter-
minados fines, no pocos de ellos atroces, en verdad. Los antiguos
carnavales de Venecia asomaban el puñal bajo la capa, prolonga-
ción de la nariz fálica, a vuelta de calleja, la sala de juego, lecho
amatorio o rumor de góndola lúgubre. No busquemos compara-
ciones en otros ámbitos: aquí y allá el disfraz hablará por nues-
[ 328 ] tras mentiras, poco importa que estas sean de pasión o de odio.
El atracador de rostro disfrazado juega un carnaval abominable
en nuestras urbes. Es el mismo del verdugo de otros días cuando
oculto en el trapo de tiniebla, medía el cuello y la garganta del
condenado con la misma mirada que poco después regalaría a la
ternura de sus hijos. Sí, “yo es otro”. Borges, sin embargo, el impe-
nitente descreído, corregiría luego irónico: yo soy otro, es decir yo
mismo.
El disfraz nuestro de cada día celebra hoy sus días, los días de
las carnestolendas, que terminan como otra ironía borgiana en
una mañana de cenizas. Es tiempo, entonces, de mostrar nuestro
ser oculto. ¿El verdadero? ¿El que aborrecemos? ¿El del espejo que
nos mira?
Quien vaya a Río de Janeiro habrá de asistir a la fiesta uni-
versal de una ilusión, a la más terrenal de la fantasías humanas,
como llámala, tarareándola, la canción en el film Orfeo Negro,
la cinta memorable en la que el dios poeta desciende al infierno
de las favelas en busca de la carioca Eurídice y la llora con ritmo
de samba. El disfraz que abandonamos el miércoles, y recuerda
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