Page 314 - Lectura Común
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La lectura común Escrito sobre el aire
sable de la playa sin término. Y el mar siempre, al pie del acanti-
lado o sobre los techos, Margarita es la belleza enjuta de Macanao
y la belleza frondosa de la montaña de Copey, la estela del peñero
y del barco, el vuelo de los alisios y del guanaguanare, la punta del
alcatraz y de la ardentía. Alguien canta en octavas reales entre los
manglares y en los pueblos. Hay un aroma a delicia en brasas y a
pan de maíz. La isla turística convive con la isla solariega, el muro
de vidrio con la tapia de adobe. La fibra del cocotero acepta la fibra
del palíndromo. La corteza de la canoa se amista con la concha del
bote industrial. El hombre de mar y el de tierra firme se confun-
den con el hombre anónimo de los ventorrillos y las tiendas. Hace
ya tiempo que la isla dejó de ser una aldea en medio de las olas, un
caserío blanco en la blancura marina y solar, el tardo paso del pes-
cador con su bichero al hombro, la cesta de peces sobre la cabeza
guaiquerí de la mujer, el silencio rumoroso del mar que acentúa
el grito del ave marina. Pero queda la luz más antigua de donde
procede su nombre de joya submarina. Y el poema del polo y del [ 313 ]
galerón, la melancólica mandolina y la exultante mandola.
Todo y más es este libro. Si Lourdes Fierro Bustillos narra su
minucia, José Voglar lo mira con dulzura. Leer y mirar a Marga-
rita ha sido posible porque la escritora y el fotógrafo han unido
su sentimiento de amor por ella. Es un libro azul como su mar
y púrpura como la aurora del maderamen y como la estela del
crepúsculo.
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