Page 200 - Lectura Común
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La lectura común                            Nuestra sombra iluminada
              donde se precipitó Paul Celan es menos río que elegía, el Cabriales
              valenciano es cada vez más añoranza que el triste curso que atra-
              viesa a Valencia; que la helada que en la memoria nos abriga en una
              calle de Nueva York no cesa mientras la evocamos escribiendo la
              lectura del poema durante el verano violento de nuestra infancia
              en Nirgua. Constanza cura a los enfermos en un villorrio de nues-
              tros trópicos en tanto que Oliveros escribe su lectura de un tiempo
              nevoso sobre la cabellera de su hija.
                  Entregado a la lectura de los griegos, Orión, el gigante estre-
              llado es una escritura de nuestro amigo en Patanemo. De pronto
              concluye un poema en su casa de Valencia donde en cada imagen
              y a muchas leguas de allí, lastimada por el horror estalinista, aún
              sufre Ajmátova. Leemos escribiendo en cualquier recuerdo de
              la tierra. He allí nuestro destierro cavafiano. Vivimos en un pre-
              sente que se cumplió en un ayer continuo, por lo que no somos del
              todo lugar fijo. La memoria nos inventa porque somos su escritura
              y su lectura. Nos tardamos en leer el libro de un autor deleitable   [ 199 ]
              reescrito por nosotros, un libro, ya sabemos, cuyas páginas y cuya
              lengua son menos cosa y signo que vividura visual, auditiva, un
              deambular, en este y en cualquier mundo.
                  Profeso especial estima por el escritor que atiende a la idea fija
              de concebir su oficio en tanto que proyecto literario vital, siendo
              su acto de escribir, de escribir leyendo (se) la realización de un
              libro único, bien que diverso temática y hasta formalmente, sea
              poema, ensayo, crítica, narrativa, confesiones, diarios. Conservo
              en mi biblioteca la escritura de Alejandro Oliveros. Convive con
              los griegos y los latinos, a los que tanto ama. Su poesía, en espe-
              cial la de Tristia, libro crucial en su destino de poeta y acaso el
              núcleo temático de su concepción del lugar doméstico como obs-
              táculo, como confinamiento; sus ensayos, entre los que privilegio,
              a riesgo de incurrir en ligereza, a Imagen, objetividad y confesión:
              ensayos y reseñas sobre la poesía norteamericana contemporánea,
              editado por Monte Ávila; a La mirada del desengaño (John Donne
              y la poesía del barroco), editado por la Universidad de Carabobo






       Lectura comun heterodox   199                                   13/4/10   12:35:44
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