Page 199 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
               para Oliveros, conlleva una vasta lectura existencial, nemorosa y
               memoriosa, avivada por el placer de asirla y degustarla, a manera
               de cosa palpable, fruitiva, con la razón y los sentidos. Ese compor-
               tamiento suyo respecto a la escritura nos enseña a entenderla en
               una dimensión poco usual entre nosotros. No hay en él separación
               o ruptura entre la mano que escribe y el ojo que lee, menos entre
               su disfrute de “desocupado lector” y su provecho en el ansia de un
               conocimiento que bordea la desmesura suscitando en ella el ejer-
               cicio de una lengua propia que el escritor asume en tanto que ali-
               mento intelectual y poético, sin que la acumulación del saber y del
               sentir se reduzca a mero atesoramiento y consumo. La cultura ha
               de andar con nosotros en un viaje inmóvil y errante, real y emble-
               máticamente,  durante  nuestra precaria permanencia, en una
               insaciable búsqueda de deleites físicos y morales, porque, es pre-
               ciso advertirlo, nos mueve una mundanidad en ese fervor de pri-
             [ 198 ] vilegiar lo culto sin distingos valorativos murados. El viaje, como
               adiós y regreso y como averiguación del mundo inmediato y dis-
               tante, es simultáneamente una iniciación espiritual y ética. Nada,
               inclusive aquello que erróneamente excluimos entre los valores
               culturales que impone cierta chata convención, es ajeno al enri-
               quecimiento intelectual que promete la escritura así entendida,
               esto es, ejercida, practicada en el oficio literario del escritor como
               autor y como lector. Se es escritor, lo hemos señalado, no sólo por-
               que escribimos sino porque leemos, escribiendo, un libro sin pági-
               nas ni signos. Tal hedonismo educa a quien así lo comprende y lo
               ejercita en la observancia de esa regla de oro que nos invita a delei-
               tarnos con la lectura ilímite de una lengua múltiple y única, ella y
               varia, táctil, saboreada, plástica y musicalmente cierta, más allá de
               la página escrita o leída o confundidas indistintamente. Sí, escribi-
               mos, leyendo con nuestra boca, por ejemplo, el placer que guarda
               un vino de memorable cosecha con el mismo placer que sentimos
               cuando leemos escribiendo mientras contemplamos la Venus del
               Tiziano. Es la misma escritura-lectura que nos retiene al escuchar
               un cuarteto de Beethoven o una pieza de Cage, mientras el Sena






       Lectura comun heterodox   198                                   13/4/10   12:35:44
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