Page 187 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
               los textos que suscitan esa transacción. Quedémonos con los de
               Artaud. Ellos nos conducen a la lectura de un libro que si bien se
               nutre de otros teóricos y actores de teatro, guarda marcada proxi-
               midad con la poetización que el gran surrealista aportara al teatro
               en sus escritos más allá de la escena y de sus postulados. El libro
               que refiero se titula Cómo un río de luces y de sombras, escrito
               por Eduardo Gil, no ha mucho editado por la Fundación El Perro
               y la Rana del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, en su
               colección Entrada Libre.
                  ¿Qué dice Eduardo Gil, no ya sólo el actor, el director tea-
               tral, el pedagogo, el escritor, en este libro sin género y de prosa
               igualmente inidentificable? Si el teatro es su excusa, su verdadero
               objeto es el de configurar un tejido verbal de diversidad temática
               que busca liberar al teatro de sí mismo, esto es, de su espacio de
               confinamiento, antes y después del autor y del actor, antes y des-
             [ 186 ] pués de su escritura, en y dentro de nosotros, como si lo teatral
               y el teatro reclamaran una y otra lectura sin someterse al texto
               ni al escenario, ni menos al molde genérico que le hemos infli-
               gido. Libro de vida, Como un río de luces y de sombras pareciera
               surgir de una frase, un fragmento, un recuerdo, algún viaje real
               o imaginado, monólogo, diálogo, parlamento, crónica, testimo-
               nio, aliteración, retruécano, juego prosódico, clase magistral,
               cita y término subrayado, nota al margen, minicuento, fragmento
               narrativo, teoría y práctica del éxtasis, poema en prosa, meta-
               física, escritura dicha para el instante y para siempre, con o sin
               personaje, cosa, un no sé qué encantador, conjeturas y sentencia,
               poemario de extraña, desusada factura, pero con el teatro, con el
               ser y el hacer del teatro como materia de ignición, como voz mol-
               deada en la hermosura literaria, así:


                  Yo quiero bien los ojos atontados, los que tienden la mano
                  tambaleando./ Ojos que piden socorro con voz queda que pide
                  inclinación, que  pide abrazo./  Prendados todavía son los  ojos
                  que se quedan. Prendidos de un telón en infinito vuelo./ La






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