Page 192 - Lectura Común
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La lectura común Nuestra sombra iluminada
El término la explica con creces. Es que tiene siempre algo
que nos afirma en la tierra y en el viejo sueño de nuestra soberanía
interior. Su autor le atribuyó un nombre enigmático e intraducible:
Somari, de aparición inesperada o sorpresiva de una a otra página.
A veces, dura tres o cuatro líneas; otras, es elocuente y a ratos inte-
ractiva; emplea el habla y la escritura e igual invoca y exalta como
acusa y se venga. Tales somaris abundan en el libro Equinoccial,
publicado hace apenas una semana, unas horas, por el sello El Perro
y la Rana, del Ministerio del Poder Popular para la Cultura.
En su lenguaje reúnense los mansos y los mártires, los distraídos
y los visionarios, los poetas de la selva y de África, un guijarro y una
montaña, una calle de enfrente o bajo la nieve, la ola en la orilla y la
mar de adentro, la historia digna e indigna, una carta, un mensaje
en el pecho. Sólo la muerte, aquí, como en Dylan Thomas, no tiene
señorío, pero sí la mujer de tierra y aire que suscita su presencia o
anuncia su presentimiento de esta a la siguiente página. ¿Por qué no
atrevernos a afirmar que es la amada la verdadera motivación, no [ 191 ]
sólo explicita, en tanto decir vivo y oculto?
Poesía del amor amante y del amor guerrero define, en fin, la
obra de quien fuera distinguido con la dignidad de poeta creador y
ciudadano de un lenguaje donde nadie es un desconocido porque
todos somos una hermandad enfrentada a la miseria del odio, la
injusticia, la guerra objeto de tributo nacional y universal.
Para un poeta terrestre como Gustavo Pereira, tales materia-
les tangibles o invisibles, conforman la casa propia y perdurable de
la voz universal, la morada de un humanismo sensible en la que se
amisten la ternura con el sentimiento, la tierra íntima con la tierra
entera.
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