Page 163 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo
su ropa y sus manuscritos, los cuales terminarían para gozo de la
polilla y basura del desinterés.
Venezolanísimo, la tez y el talante del mestizo, usaba la mancha
bien acicalada del bigote y observaba la vida —esa vida que apuró en
escribir sin cejar y sin detenerse a releer ni menos a corregir— con
ojos puyados de trifulca y coraje de malevo de esquinazos y bebede-
ros. Sufrió el bachillerato, de cuya pasantía se desconocen las notas
de su dudosa aplicación, pero sí de su prestigio de letrado, como tes-
tifican las páginas de El Cojo Ilustrado, del que fuera asiduo fablis-
tán, es decir, él mismo, o sus fingidas autorías. Innúmeras publica-
ciones de entonces privilegiaban sus crónicas con nombre prestado
o usurpado.
Conoció, y cómo, a nuestro humanista y poeta camorrero, Rufino
Blanco Fombona, compitiendo con este en tenaz liza en la masca-
rada de los seudónimos y el ser y la nada de los heterónimos. Con el
[ 162 ] condotiero caraqueño fue correligionario de su Editorial América y
suscribió al alimón biografías y selecciones antológicas de los bar-
dos del modernismo.
“Yo soy Don Nada”, solía argüir justamente, acaso para asordi-
nar su vanidad literaria, tal vez para postularse como sarcástico o
como testigo de cargo de sus personajes llevados al banquillo por su
frecuente verba de ludibrio.
Cuando en Caracas se estrenó la zarzuela Alma Llanera, obra de
cuyos versos se confesó culpable, no sé quién aguardó que pasaran
los dos años de su bullicioso aplauso para que hablara acerca de las
bondades de su estro. “De todos mis adefesios —respondió detrás de
su bigote de pájaro tordo y armado con sus ojos de noche oscura—
es la letra de Alma Llanera del que más me arrepiento”. La historia
—que se sepa— no registra el precio que habría de costarle tal des-
aguisado, mas sí de su viaje a morir en España hacia 1916. Frisaba
los cuarenta años. Antes de precipitarse tan prontamente en el pudri-
dero pudo escribir no pocos títulos, piezas teatrales o de zarzuela,
como Alma Llanera, libros como Los caciques heroicos, La Gran
Florida, Los Chiapas, Los desiertos de Achaguas y, claro está, El
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