Page 150 - Lectura Común
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Lucía Salerno,
esa muchacha como un río [ 149 ]
Yaro, su amado, abrió la ventana para que Apure entrara a la
casa. Al fondo, sobre la línea interminable y quieta de la llanura,
Lucía Salerno trabajaba con los sabores. Su perfil hendía la enor-
midad de tierra y aire del otro lado de la ventana y la claridad que
vivía en los corredores. Libros, papeles, cosas, se confundían con
las presencias remotas del paisaje: formas de árboles, borradu-
ras de matorrales, uno que otro bando de pájaros. El río Apure
se presentía cerca, detrás del cemento y los cachivaches del zinc
y del cemento. El sosiego interior era el único triunfo de Lucía en
medio del estruendo de los caravaneros de ganado apresados por
las rejas de las gandolas y los nómadas en sus animales de lata y
gritos de cornetas.
Allí conocí ese rostro de muchacha mediterránea, hecha
con la sangre de los pueblos italianos del sur y con la clara arena
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