Page 138 - Lectura Común
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La lectura común                                Por el ojo de la letra

              Ayacucho, siempre con la mujer en la sien, a quien le dejara su amor
              en el vientre, lejos, en su inmensidad natal. La errancia, ya se sabe,
              es la patria móvil del llanero, pero López Matute nunca supuso que
              la prolongaran los riscos, el hielo, los ventisqueros. Su pecho y la
              puya de su lanza habían conocido la Batalla de Carabobo y casi sin
              cambiar de montura se fue detrás de la Campaña del Sur. En Chu-
              quisaca quiso devolverse a su pueblo guariqueño con ciento setenta
              de los suyos, menos por cobrar la ofensa castrense que le negara las
              charreteras de Capitán que por añoranza al perenne mediodía de las
              sabanas y del cuerpo de su amada.
                  A estas alturas del libro, el lector descubre la escritura oculta
              de Tapia, su ética: el lancero refractario se enfrenta al llamado de
              la libertad sin frenos, la libertad pura, la de adentro, sin bandera,
              sin consigna. La puya de su espuela le sangra en el corazón. Se sabe
              desertor y ha de abatir a los perseguidores de su traición con quie-
              nes envalentonara su caballo en las batallas y en las escaramuzas del
              ternejal, el “¡vuelvan caras!” de las Queseras del Medio. Sucre ha   [ 137 ]
              ordenado la captura y fusilamiento de los insurrectos. Pero nadie les
              da alcance. Persiguen el rastro que les prometiera los valles de Salta,
              en Argentina y más allá el mar y Guardatinajas. De pronto, López
              Matute se topa con la pampa, el llano argentino, su mismo jinete,
              parejo infinito, igual conducta de arreador y tasajeador de carne, el
              pasaje mudado en vidalita, el contrapunteo en payada. Páez usa la
              barba negra y el ojo violento de Facundo Quiroga, el caudillo de la
              nueva rebelión social, la rabia contra el godo unionista, para quien el
              gaucho llanero era escoria, animal de cacería. Como gaucho llanero
              se prueba López Matute, viste chambergo, chiripá, chupa mate, usa
              las boleadoras con la misma pericia con que abre el lazo gotero, hue-
              sea su caballo para caerle a los cuernos de la res en la carrera (“nos
              hacíamos la ilusión de que estábamos en Venezuela”, oigo que dice)
              y enfila hacia Salta en busca de la nada en que se había convertido la
              huella de su postergado regreso.
                  En Salta halla mujer y con ella la muerte, que fue atroz como
              su pasado bovero y sentimental como su desencanto por la libertad






       Lectura comun heterodox   137                                   13/4/10   12:35:34
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