Page 137 - Lectura Común
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Luis Alberto Crespo

               observó su cara y su maldad. El taita lo fijó con su pálida pupila y le
               mostró un caballo ensillado. Y eso bastó: Domingo López Matute
               se puso sobre sus lomos y alguno de la “Legión infernal” le cedió
               una lanza lengua ’e vaca. Acabada la degollina y el ahorcamiento,
               los siete mil jinetes —más uno— dejaron el llano guariqueño hecho
               polvo, o un escombro, como dice la canta.
                  Olvidado por cierta historia convencional, a lo sumo citado con
               apuro, maltratado por el baldón de desertor, Domingo López Matute
               hubo de esperar un tiempo del tamaño de la enormidad donde había
               nacido y educado su catadura de libertario para engrosar la nómina
               de los héroes vencidos de José León Tapia en su libro póstumo,
               Muerte al amanecer, Domingo López Matute, de Boves a Facundo
               Quiroga, editado por la Fundación Cultural Barinas, hace apenas
               unas semanas, como tributo al gran barinés de corazón detenido y
               nostalgia viva.
                  Novela histórica esta, tan del gusto y el ingenio del autor, escrita
             [ 136 ]  en la acostumbrada prosa emotiva a que nos tenía habituados para
               contentamiento de sus numerosos lectores, la vida trágica del lan-
               cero guardatinajeño le presta a Tapia el pormenor del derrotero pro-
               pio de los jinetes de nuestra Guerra de Independencia, perseguido-
               res de una ilusión emancipadora en la que se juntaban la expoliación
               social y la pobrecía, cuya rabia Boves sabría envalentonar con su
               grito de “Muera todo blanco y todo aquel que sepa leer y escribir”,
               agudo como su cuchillo y rojo como su filo.
                  El destino de López Matute se asemeja al de los llaneros que
               movieron el horizonte con sus caballos y su iracundia hacia los con-
               fines del hórrido año 14. Como ellos, se cebó en la matanza ominosa;
               como ellos hincó la uña de su castaño jobero sobre la desolación.
               Urica torcería el rumbo a su rienda de desalmado. Muerto Boves, la
               enderezó hacia los llanos de abajo donde guerreaba Páez y se rindió
               a la nueva promesa que este le jurara: tierra y libertad republicana.
                  Bajo esa enseña hizo desastres en Mucurita. Con Bolívar, su
               machura y su caballo desguazaron los bajumbales de Arauca,
               la piedra y el hielo de Pisba, el pantano de Vargas, Boyacá, Junín,






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