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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


                 Cuando se aproximaba el fin del sétimo período de Porfirio Díaz
              apareció el caudillo: Francisco Madero. Madero, que hasta aquel tiempo
              fue un agricultor sin significación política, publicó un libro anti-reelec-
              cionista. Este libro que fue una requisitoria contra el gobierno de Díaz,
              tuvo un inmenso eco popular. Porfirio Díaz, con esa confianza vanidosa
              en su poder que ciega a los déspotas en su decadencia, no se preocupó
              al principio de la agitación popular suscitada por Madero. Juzgaba a
              Madero un personaje secundario e impotente.
                 Entre  otras  medidas  de  represión,  ordenó  su  encarcelamiento.
              La  ofensiva  reaccionaria  dispersó  al  partido  anti-reeleccionista:  los
              «científicos» 222  restablecieron  su  autoridad;  Porfirio  Díaz  obtuvo  su
              octava  reelección  y  la  celebración  del  centenario  de  México  fue  una
              faustosa apoteosis de su dictadura.
                 Puesto en libertad condicional, Madero se fugó a los Estados Unidos,
              donde  se  entregó  a  la  organización  del  movimiento  revolucionario.
              Orozco reunió el primer ejército insurreccional. La rebelión se propagó
              velozmente. La clase gobernante intentó vencerla con armas políticas.
              Se declaró dispuesta a satisfacer las aspiraciones populares. Dio una ley
              que cerraba el paso a otra reelección. Pero esta maniobra no contuvo el
              movimiento en marcha. La bandera anti-reeleccionista era una bandera
              contingente. Alrededor de ella se concentraban todos los explotados,
              todos los rebeldes. La revolución no tenía aún un programa; pero éste
              empezaba ya a bosquejarse, y su primera reivindicación concreta era la


              222   “Científicos”  se  denominó  a  los  más  conspicuos  colaboradores  del  General
                  Porfirio Díaz porque se adhirieron a los postulados de la “ciencia” positivista,
                  que sentó sus reales en México mientras aquéllos usufructuaron del poder.
                  «La forma de gobierno del General Díaz se copiaba en casi todos los Estados de
                  la República, en pequeño. Los Gobernadores permanecían en el poder indefi-
                  nidamente, formaban sus grupos de parientes, amigos y favoritos, y protegían a
                  los grandes propietarios y el comercio extranjero», explica Alfonso Teja Zabre.
                  Y agrega que «el éxito rápido en la primera etapa revolucionaria, se debió a la
                  descomposición y cansancio del régimen anterior, que había llegado a su extremo
                  de  senilidad  en  hombres,  instituciones  y  doctrinas,  y  al  brusco  alzamiento  de
                  las  energías  proletarias  y  populares  que  habían  estado  adormecidas,  pero  no
                  muertas ni satisfechas» (Véase Historia de México. Una moderna interpretación,
                  México, Imprenta de la Secretaría de Relaciones Exteriores, 1935, p. 40).
                  Madero cometió el error de pactar con aquella laya de políticos y fue, por eso, su
                  víctima, como justamente hace ver José Carlos Mariátegui (Nota de Alberto Tauro).


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