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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              un modo decisivo en favor de las reivindicaciones israelitas: el tratado
              de paz puso en manos de la Sociedad de las Naciones la tutela de Israel.
                 La paz inauguró un período de emancipación de las poblaciones
              israelitas en la Europa Oriental. En Polonia y en Rumania, el Estado
              otorgó a los judías el derecho de ciudadanía. El movimiento sionista
              anunció, a todos los dispersos y vejados hijos de Israel, la reconstruc-
              ción en Palestina de la patria de los judíos. Pero la resurrección israelita
              se apoyó, sobre todo, en la agitación revolucionaria nacida de la guerra.
              La revolución rusa no sólo canceló, con el régimen zarista, los rezagos
              de desigualdad jurídica y política de los judíos: colocó en el gobierno de
              Rusia a varios hombres de raza semita. La revolución alemana, con la
              ascensión de la social-democracia al poder, se caracterizó por la misma
              consecuencia.  En  el  estado  mayor  del  socialismo  alemán  militaban,
              desde los tiempos de Marx y Lassalle, muchos israelitas.
                 Tanto la política de la reforma como la política de la revolución, se
              presentaron, así, más o menos conectadas con el renacimiento judío. Y
              esto fue motivo de que la política de la reacción se tiñese en todo el Occi-
              dente de un fuerte color antisemita. Los nacionalistas, los reaccionarios,
              denunciaron en Europa la paz de Versalles como una paz inspirada en
              intereses  y  sentimientos  israelitas. Y  declararon  al  bolchevismo  una
              sombría conjuración de los judíos contra las instituciones de la civili-
              zación cristiana. El antisemitismo adquirió en Europa, y aun en Estados
              Unidos;  una  virulencia  y  una  agresividad  extremadas.  El  sionismo,
              simultáneamente, en el ánimo de algunos de sus prosélitos, se conta-
              giaba del mismo humor. Trataba de oponer a los innumerables naciona-
              lismos occidentales orientales un nacionalismo judío, inexistente antes
              de la crisis post-bélica.
                 Para un observador objetivo de esta crisis, la función de los judíos
              en la política reformista y en la política revolucionaria resultaba perfec-
              tamente  explicable.  La  raza  judía,  bajo  el  régimen  medioeval,  había
              sido mirada como una raza réproba. La aristocracia le había negado el
              derecho de ejercer toda profesión noble. Esta exclusión había hecho de
              los judías en el mundo una raza de mercaderes y artesanos. Había impe-
              dido, al mismo tiempo; la diseminación de los judíos en los campos. Los
              judíos, obligados a vivir en las ciudades, del comercio, de la usura y de la


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