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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
socialistas ingresaron en la Cámara, con el clavel rojo en la solapa y las
estrofas de La Internacional en los labios. La Confederación General
del Trabajo, que representa a más de dos millones de trabajadores agre-
miados, atrajo a sus filas a los sindicatos de funcionarios y empleados
del Estado. Italia parecía madura para la revolución. La política de Nitti,
bajo la sugestión de este ambiente revolucionario, tuvo necesariamente
una entonación y un gesto demagógicos. El Estado abandonó algunas de
sus posiciones doctrinarias, ante el empuje de la ofensiva revolucionaria.
Nitti dirigió sagazmente esta maniobra. Las derechas, soliviantadas y
dramáticas, lo acusaron de debilidad y de derrotismo. Lo denunciaron
como un saboteador, como un desvalorizador de la autoridad, del Estado.
Lo invitaron a la represión inflexible de la agitación proletaria. Pero estas
grimas, estas aprehensiones y estos gritos de las derechas no conmo-
vieron a Nitti. Avizor y diestro, comprendió que oponer a la revolución
un dique granítico era provocar, tal vez, una insurrección violenta. Y que
era mejor abrir todas las válvulas del Estado al escape y al desahogo de
los gases explosivos, acumulados a causa de los dolores de la guerra y los
desabrimientos de la paz. Obediente a este concepto, se negó a castigar
las huelgas de ferroviarios y telegrafistas del estado y a usar rígidamente
las armas de la ley, de los tribunales y de los gendarmes. En medio del
escándalo y la consternación de las derechas, tomó a Italia, amnistiado, el
líder anarquista Enrique Malatesta. Y los delegados del Partido Socialista
y de los sindicatos, con pasaportes regulares del gobierno, marcharon
a Moscú para asistir al congreso de la Tercera Internacional. Nitti y la
monarquía flirteaban con el socialismo. El director de La Nazione de
Florencia me decía en aquella época: «Nitti lascia andare». 129 Ahora se
advierte que, históricamente, Nitti salvó entonces a la burguesía italiana
de los asaltos de la revolución. Su política transaccional, elástica, dema-
gógica, estaba dictada e impuesta por las circunstancias históricas.
Pero, en la política como en la guerra, la popularidad no corteja a los
generalísimos de las grandes retiradas, sino a los generalísimos de las
grandes batallas. Cuando la ofensiva revolucionaria empezó a agotarse y
la reacción a contraatacar, Nitti fue desalojado del gobierno por Giolitti.
129 Nitti deja hacer.
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