Page 12 - La Campaña de Quito
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Advertencia
Este trabajo debió haber aparecido en la fecha del Centenario de
Pichincha, pues fue mi propósito contribuir, siquiera en pequeña for-
ma, a la conmemoración de ese magno suceso de la Independencia
de Sudamérica, en el que las armas del Perú jugaron un papel tan bri-
llante como glorioso. Pero circunstancias que por el momento resul-
taban insalvables, impidieron su publicación, no obstante haber sido
autorizada por Resolución Suprema de 9 de septiembre de 1921. Me
concreté entonces a publicarlo, fragmentariamente, en la prensa de
Lima (mayo de 1922). Aunque mis deseos, por la causa anotada, no
fueron del todo colmados, me quedó siempre la satisfacción patrió-
tica de haber cooperado en el momento oportuno —mediante dicha
publicación—, a la celebración que hizo el Perú de ese notable hecho
que legítimamente pertenece a su historia. La Campaña de Quito la he
estudiado en la forma que entiendo deben estudiarse, desde el punto
de vista militar, los sucesos del pasado, particularmente cuando ellos
se encuentran cubiertos todavía por un velo que no ha rasgado defi-
nitivamente la investigación histórica; es decir: primero, reconstitu-
yendo la parte histórica con la fidelidad posible; en seguida, una vez
depurados los hechos, esto es, presentados tal como fueron y no como
debían haber sido, deduciendo las enseñanzas de carácter militar, que
es lo que nos interesa particularmente. En tal concepto este pequeño
libro no dejará de ser útil. Quien se interese simplemente por el co-
nocimiento histórico podrá apreciar, a través de sus páginas, la tarea
y esfuerzos que tocó desplegar a los hombres del pasado para formar
la patria o afianzar la nacionalidad; y a quien importe únicamente el
aspecto militar, le será posible anotar, o deducir a su modo, las en-
señanzas que informadas en los principios inmutables que rigen la
guerra, ha sido dable poner en evidencia. Si en este trabajo que es un
simple ensayo sobre un capítulo de nuestra Historia Militar, todavía
desconocida o no escrita en gran parte —si impera el buen sentido o si
al contrario abundan los errores—, yo mismo no he de poder apreciar-
lo; por eso lo someto, particularmente en su faz militar, a la censura
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