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Guanipa Endenantico
llegando a los límites con Sucre, asistirá a un espectáculo de
playas y balnearios que a cada tramo lo invitarán a detenerse. Y
en el trayecto, de poblado en poblado, será recibido por gente
que ha hecho proverbial la generosa hospitalidad del oriental.
Entre el mar Caribe y el Orinoco, en un recorrido de
260 Km, irá conociendo ciudades viejas y nuevas, antiguas y
modernas, las que se espigaron en la época colonial y aquellas
que brotaron, con el reventón de los pozos petroleros,al fra-
gor de la explotación de los hidrocarburos. Porque también
por abajo, en el subsuelo, Anzoátegui es un río, pero de oro
negro. Por eso el escritor venezolano Miguel Otero Silva, hijo
de este estado –nació en Barcelona en 1908- llevó a la ficción
la realidad de un pueblo que nacía entre cabrias, balancines y
taladros –El Tigre- en su novela Oficina N° 1.
Entre las historias y la ficción, los hechos y los sueños,
el estado Anzoátegui ha forjado su presente desde un pasado
sacrificado y glorioso que en la gesta independentista tuvo su
más elevada expresión en la personalidad de su héroe epóni-
mo: el general José Antonio Anzoátegui. Y en las piedras de
sus monumentos están las huellas donde el hombre de hoy
puede apreciar la magnitud de la epopeya y el amor por la
libertad, como en las ruinas de las Casa Fuerte de Barcelona,
donde todavía se oye la respiración entrecortada de la heroína
venezolana Eulalia Buroz. También en la Piedra y el mármol
de las iglesias coloniales de las principales ciudades, amén del
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