Page 29 - Guanipa-Endenantico
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Earle Herrera
Aquiles Nazoa; en el pregón de los vendedores ambulantes
de empanadas, verduras o pescado y, también, en el llanto
inconsolable de alguna rockola desde donde Toña La Negra
o La Lupe les arrugaban el corazón a los descorazonados, ex-
cepto a aquellos que nacieron “sin corazón en el pecho”.
Esa historia se hacía también olfativa y se tejía en el
olor del río y el morichal, y en el olor del bahareque y de
los techos de palma de moriche bajo la lluvia; en todas las
mezclas de todos los olores del mercado con sus aromas de
frutas y verduras, y después, en el olor del petróleo cuando
los trabajadores con sus trajes de kaki y sus cascos regresaban
al hogar.
Y era también una historia visual: la visión de los ba-
lancines en su perenne picoteo de la tierra madre; la de las
noches iluminadas de mechurrios como múltiples soles que
emergían del subsuelo en abanicos de fuego, y la visión de
la sabana sin fin, más allá de las casas, más allá de los días,
más allá de los soles y más allá de las lluvias que caen sobre
la Mesa de Guanipa para fertilizar la tierra ancestral de los
primeros kariñas, nuestros antepasados.
San José de Guanipa cumple 100 años. Nos impac-
ta, conmueve y alegra que nuestro pueblo cumpla un siglo.
Sus hijos e hijas han elevado su nombre como profesionales
de todas las disciplinas, como artistas, deportistas, docen-
tes, militares, dirigentes nacionales, incansables trabajadores
y trabajadoras del campo y con su recia y combativa clase
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