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Guanipa Endenantico


                   Actividades petroleras. Comercio. Algo de agricultura.
            Servicio de correos y telégrafos”.


                   Para contextualizar estos datos del profesor Marcos
            Aurelio Vila, hemos de señalar que su libro citado fue publi-
            cado en 1953.


                   Nos preguntamos: a cien años de sus días iniciales,
            ¿seguimos siendo un pequeño jaguar? Si es así, ello es signo
            de que este pueblo goza de prolongada juventud. Como los

            jóvenes felinos, su gente tiene un espíritu lúdico, dinámico y
            abierto; un pueblo optimista y generoso que se toma con hu-
            mor las cosas serias de la vida. Un pueblo que mira siempre
            hacia el futuro.


                   A quienes nacimos y crecimos aquí, la historia de El
            Tigrito está en su atmósfera, su paisaje, sus calles, sus casas
            y su gente. Esa historia se siente y se percibe. En un tiempo

            la escribieron sus sonidos y se nos grabó en el alma y el re-
            cuerdo como una historia auditiva, metida en los tímpanos:
            en aquella sirena matutina que convocaba a los trabajadores
            petroleros a la dura faena de los días; en la canción de la llu-

            via sobre los techos de zinc; en el tañer del campanario de la
            iglesia que anunciaba la madrugada para invitarnos a las mi-
            sas de aguinaldos; en el silbido de los chaparros que armoni-
            zaban las sabanas guanipenses; en los megáfonos del cine que

            lanzaban al aire sus rancheras y falsetes; en los campaneos
            callejeros del posiclero; en los silbidos armónicos del amo-
            lador o “hacedor de estrellas”, como los llama en su Credo


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