Page 111 - Entre suenos y rochelas. Poemas y otros escritos
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El maestro que no sabía leer
              (O “La historia del niño que se volvió un ocho”)



              Con un candor inmaculado y con el gustico de la verdad en su
              boca, Inocencio respondía cada pregunta que le lanzaba su ira-
              cundo padre.

              —Papá, lo que pasa es que yo me pongo a sacar cuentas y me
              resulta que el maestro no sabe leer. –decía sin temor alguno,
              mientras la mamá, sabia y oportuna, escuchaba risueña desde
              su cuarto.

              —¿No sabe leer? Usted le está buscando cinco patas al gato, há-
              game el favor y se me deja de guachafitas en la escuela y me le
              presta atención al maestro, caballerito. –soltaba el padre, al bor-
              de de un soponcio.


              Hijo de Manuela Hipólita Calderón, el cuarto, Inocencio De
              Jesús Rodríguez Calderón, de cuatro generaciones con los dos
              mismos nombres y los dos mismos apellidos; juramento de su
              bisabuelo paterno, quien hace casi un siglo atrás, más por amor
              que por tradición, juró mantener su nombre intacto, como una
              ofrenda de conexión eterna con sus viejos.

              Inocencio era un niño muy particular, que poseía un conoci-
              miento que no concordaba con sus casi nueve años. Sabía de
              todo un poco: amaba las letras y la lectura. Cada mañana al lle-
              gar al salón de clases, sobre todo cuando amanecía nublado, sa-
              caba lápiz y cuaderno y apenas el maestro comenzaba a dictar,
              cada “o” que se le aparecía en el camino la convertía en un sol.
              Decía que lo hacía para alegrar la mañana, y para que al maestro
              le llegara más luz. Con las “jotas” hacía atractivos paraguas que



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