Page 113 - Entre suenos y rochelas. Poemas y otros escritos
P. 113
dividía su merienda y sus juguetes, le restaba importancia a lo
que decían de él, y sentía que el maestro tenía un poco de miedo
de que se multiplicaran sus ideas. Le gustaban tanto los números
que, aparte de dominar a la perfección las operaciones básicas,
inventaba cientos de cosas divertidas con ellos: los “cuatro” los
hacía al revés, para compartirlos con sus amiguitos del salón que
llegaban tarde y casi nunca encontraban sillas. Cuando alguno
de sus maestros cumplía años, se escondía detrás de la puerta y
colocaba cientos de “ceros”, todos uno dentro de otro, y cuando
el cumpleañero entraba al salón, los soplaba y lo sorprendía con
sus hermosas serpentinas. Con los “ocho” hacía sorprendentes
binoculares, con los que, escondido, solía divisar a las pareji-
tas que se besaban en la plaza; y decía que le gustaba dibujar el
“nueve”, por el parecido que tiene con las orejas de los personajes
de sus cuentos.
Ya se perfilaba como todo un matemático. Estando una vez en el
recreo, sus compañeritos le escucharon decir que estaba a punto
de descifrar una fórmula, con la que se podría desvelar la razón
del por qué los maestros eran tan complicados y carentes de son-
risas, diversión y creatividad.
—Ese niño es un poco raro. –se atrevió a comentar una vez el
maestro con alguno de sus colegas.
Y como decía Inocencio, él realmente no sabía leer; no había
aprendido aún a darse cuenta que Inocencio era un niño distin-
to, como también lo eran cada uno de sus estudiantes.
Un día le dio un sobre cerrado al niño, a la vez que le dijo en tono
fosco:
—Por favor, entréguele esto a su papá. –Y así lo hizo.
113