Page 65 - El Credo de Aquiles Nazoa
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religiosidad distinta de la que nos habla Hanni

               Ossott,  su  traductora  entre  nosotros,  aquí  en

               Venezuela. También Aquiles ofició una religión
               parecida por lo que él llamó en su programa de te-
               levisión Las cosas más sencillas. Este culto amoroso

               a calles, plazas, ventanas de Caracas o sus muñecas

               de trapo, explica su oración “creo en las monedas
               de chocolate que atesoro secretamente debajo de
               la almohada de mi niñez”. Otra vez el retorno a la

               edad de la pureza, a esa etapa que al dejarla, le hizo

               escribir una elegía para sí mismo porque algo se
               acababa, el secreto bien guardado del tesoro es-
               condido, el retorno a la infancia.

                   Creer en “el llanto silencioso de Aquiles frente

               al mar” es un tributo a la amistad y al amor, como
               bien lo habría querido San Valentín, sin necesidad
               de día que lo recuerde en regalos, intercambios y

               comercios. La muerte de su fiel amigo Patroclo es

               la causa de ese llanto del más grande de los héroes
               homéricos. Humaniza también ese dolor vertido en
               lágrimas al semidiós “de los pies ligeros”, al héroe de

               Troya, al Pélida Aquiles, quien no encuentra con-

               suelo ante la partida eterna del amigo. ¡Vaya, Aquiles



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