Page 154 - El cantar del Catatumbo
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y al de la familia Chávez. De hecho, según me relata
           Leonardo Ruiz, él se encontraba con la madre del líder
           en Barinas, cuando Maduro dio la noticia de la muerte.
           La Madre de Chávez cayó desmayada al oírla.
              Creo que la bajeza de esos señores no merece más
           comentarios. Ni la de aquellos que festejaron su muerte
           en Miami, por ejemplo.
               Cuando los pueblos lloran por la altura de un
           hombre, los que ríen no tienen altura para ser hombres.
              Siete días fueron velados los restos de Hugo Chávez
           Frías en el Museo de la Revolución, en el mismo sitio
           donde inició su levantamiento contra el gobierno de
           Carlos Andrés Pérez, ahí, en la Comuna 23 de enero,
           trinchera de tantas luchas populares.
              Chávez venció una vez más. Ahora nadie, viendo
           ese pueblo, puede decir que fue un dictador. En esos
           siete días desdemonizó para siempre y propagó como
           nunca, en todo el mundo, a la Revolución Bolivariana.
              Le bastó un instante, el último, para entrar a la his-
           toria. Entre los grandes. A partir de ese momento la
           reacción internacional atacará al “chavismo”, pero sin
           un solo argumento que pueda mancillar ni la conducta
           ni la memoria de su conductor.









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