Page 276 - De mi propia mano
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sospechosa a la libertad del estado ni a la seguridad de los ciudadanos
del sur. el genio que ha creado una nación, que ha formado a colombia
y que nos ha dado patria y existencia, no podía presentarse jamás a la
conciencia de los legisladores sin sus principales virtudes. la ley del 28
de julio si no manifiesta la consideración debida a los eminentes servicios
y a la comportación de V.e., tampoco lo autoriza para que por dar nuevos y
raros ejemplos de su desprendimiento, nos prive de la intervención de V.e.
en nuestras armas, cuando V.e. no está en el miserable caso de justificar
su conducta noble, estando ella escudada por la libertad que un medio
mundo debe a la espada de V.e. y a sus principios generosos.
Después de catorce años de combates en que los enemigos fueron ex-
pulsados más acá del ecuador, y que integrada la República en su territorio
habíamos cumplido nuestros juramentos a colombia, el ejército fue invitado
a la campaña del Perú; V.e. lo envió; y autorizado luego en los términos
constitucionales vino a mandarlo, según se le había ofrecido solemnemente.
Si este ejército tuvo en la guerra del Perú deberes de obediencia hacia su
Gobierno por los tratados existentes, los tiene V.e. mucho más sagrados
hacia él, particularmente desde febrero, en que dislocado completamente
el orden regular de las cosas en este país, le ofreció V.e. acompañarlo en
las desgracias o conducirlo a la victoria. V.e. no podría separarse de él sin
faltar a compromisos sellados con nuestra sangre. Si después de interna-
dos al centro del Perú, V.e. se separase de nosotros, sería resolver nuestro
abandono, decretar nuestra ruina, y ni el congreso ni V.e. pueden resolver
nuestro abandono y decretar nuestra ruina.
los representantes de la nación no parece que pudieran pensar que
la ley del 28 de julio produjese la deliberación de V.e. del 24 de octubre:
los legisladores saben que nosotros no hemos venido al Perú en busca de
ninguna fortuna, sino en busca de la gloria de colombia, del brillo de sus
armas, de la seguridad de sus fronteras, de la independencia de américa,
y lo diremos también, Señor, sin ideas de lisonja, por acompañar a V.e.
que nos ha educado, que nos hizo soldados, que ha impreso en nuestros
corazones el amor a la libertad y que nos convidó a llevarla a nuestros
hermanos desgraciados. Si en medio de la carrera V.e. nos dejase por
ningún motivo humano, tendríamos el derecho de suplicar a V.e. que nos
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