Page 14 - Carabobo Bajo Palabra
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14 earle Herrera



             estéticos de la novela. Tituló su libro Venezuela heroica, para admiración
             de José Martí. De las páginas que rozan la epopeya de Eduardo Blanco,
             seguimos un camino y encontramos en sus rescoldos a Rubén Darío,
             Andrés Eloy Blanco y Ernesto Luis Rodríguez. Canto y canta por los
             senderos de la patria y allende sus fronteras.

                Otros fabuladores nos contarán la batalla desde sus tallas de madera o
             sus vasijas de arcilla. Hay una visión mágico-religiosa de lo que ocurrió
             en Carabobo y de lo que sigue sucediendo después del 24 de junio de
             1821; esa otra batalla —que es la misma— nos la revelarán los santeros
             y espiritistas que en sus altares invocan indistintamente a Negro Prime-
             ro, Bolívar o María Lionza. Entre lo pagano y lo divino, buscaremos a
             Carabobo en lo real maravilloso del reino de este mundo, para decirlo

             con Alejo Carpentier. Allí, donde grandes escritores latinoamericanos
             vieron y encontraron la semilla de sus deslumbrantes relatos y novelas,
             una humilde mujer del pueblo prende una vela, fuma un tabaco e invo-
             ca un espíritu. El realismo mágico les cumple a todos.
                La canción patriótica afloró en los días de la independencia, pero la
             patria sigue en el repertorio de los cancioneros de hoy. La gesta conti-

             núa cantándose en la poesía y la canción popular. Por las décimas de Er-
             nesto Luis Rodríguez, el aclamado y declamado autor de «Rosalinda»,
             nos topamos con un documental de Renny Ottolina. Con su magistral
             conocimiento y manejo del medio televisivo, el destacado animador
             mete a Carabobo en los hogares de aquellos años 70 a través de la lla-
             mada «pantalla chica». La historia se hace audiovisual. Las imágenes de
             la batalla que vimos en las pinturas de Pedro Castillo y Martín Tovar y

             Tovar, en la Casa Páez de Valencia o en el cielo del Salón Elíptico del
             Palacio Federal Legislativo en Caracas, cobran vida, voz y movimiento
             en un aparato que la profesora Marta Colomina denominó «huésped
             alienante» —mira tú— y el novelista Eduardo Liendo metaforizó como
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