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El cuarto poder que no pudo contra Hugo Chávez
Pedro Ibáñez
n la década de 1990 los medios de comunicación y la llamada “so-
Eciedad civil”, aliados como factores de opinión pública, embistie-
ron contra la clase política del bipartidismo, que sería realmente derro-
tada por otra fuerza imprevista y latente, los excluidos que con Hugo
Chávez lograron la victoria electoral de 1998.
Tras el derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez, los tres
primeros gobiernos del Pacto de Punto Fijo avanzaron dejando una es-
tela de anticomunismo, persecución y desmovilización de la izquierda,
creando un aparente clima sin contradicciones, llegando a hablarse de
la democracia venezolana como una de las más estables de América
Latina.
En la Venezuela saudita y próspera de Carlos Andrés Pérez (1973-
1978), surgen las voces de nuevos actores que tendrán un rol impor-
tante en las siguientes dos décadas que precederán a la Revolución
bolivariana.
En 1978, el precandidato presidencial, Renny Ottolina, entonces un
factor de opinión agradable a la burguesía y clase empresarial por su
anticomunismo, sostiene el desgaste del esquema bipartidista y pre-
dica la figura del empresario como conductor del país. Este eventual
ganador fallece en un accidente aéreo con su equipo de campaña,
quedando silenciado, por fuerza mayor, su discurso.
Años después, en 1984, Marcel Granier, director de Radio Caracas
Televisión, publica el libro La generación de relevo vs. el Estado omni-
potente, pretensión de ensayo doctrinal en el que defiende ideas pa-
recidas: que Venezuela debía ser dirigida por una tecnocracia y que los
medios de comunicación privados son necesarios para que el Estado
goce de estabilidad democrática.
Ambas tesis serán propagadas en la década de 1990 y se expresarán
con mayor ímpetu en las movilizaciones de la clase media de 2002 y
2003, cuando la agitación opositora la lideren medios, empresarios y
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