Page 14 - Vida ejemplar de Simón Bolívar
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INTRODUCCIÓN

                  A cada momento oís nombrar a Simón Bolívar, a cada
               momento oís llamarlo también el Libertador. Su nombre aparece
               diariamente en los periódicos innúmeras veces. Sus retratos son
               incontables: de frente, de perfil, de cuerpo entero, en busto.
               Pintado en colores, en negro; en suntuosos marcos dorados o en
               humilde cañuela de cedro; a caballo, en apostura triunfal; a pie,
               espada al cinto; en traje de guerrero, en traje civil; con un legajo
               de papeles, signo del legislador. Fijo con tachuelas a la pared; en
               la casa del rico, en el rancho del pobre; en la quinta de la ciudad,
               en la choza campesina que se destaca del cerro sobre el azul del
               cielo o el verdor de la campiña.
                  Su rostro, grave y pensativo, no podéis olvidarlo. Lo tenéis
               en las estampillas de correo en las cartas de vuestros padres, de
               vuestros hermanos y de vuestros amigos, y en vuestras propias
               cartas. Está en las blancas monedas de plata y en las relucientes
               amarillas monedas de oro. Si vais a una oficina pública, lo encon-
               traréis en sitio principal, junto con la bandera y el escudo de la
               patria. La plaza mayor y más lujosa de la ciudad mayor de nuestro
               país se llama Plaza Bolívar. Y en casi todos los pueblos de nuestro
               país, donde hay una sola plaza, se llama de Bolívar, y si hay
               más de una, la que se construyó primero lleva el nombre del
               Libertador. Bolívar se llama la principal ciudad del Orinoco, la
               antigua Angostura. Bolívar se llaman estados, distritos, munici-
               pios. Bolívar se llama la unidad monetaria de Venezuela. Como
               los franceses cuentan su dinero en francos, nosotros contamos el
               nuestro en bolívares.
                  Hay en las plazas bustos y estatuas que lo representan.
                  En días de inquietud, en días de alarma, en días de grandes
               resoluciones, en días de júbilo, ya la muchedumbre comienza
               a congregarse en torno de su efigie, imagen del padre a quien
               rodea el amor y confianza de su prole. Guirnaldas de flores se le
               ofrendan, y la contemplación de su figura parece elevar y digni-
               ficar los pensamientos de los hombres.
                  Hay en Caracas una casa grande, con grandes ventanas. Las
               paredes antiguas han sido cubiertas de mármol; los viejos ladrillos,
               reemplazados con losas de porcelana; los techos, reconstruidos
               con maderas preciosas: todo costeado por la nación. La casa


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