Page 132 - Soy tu voz en el viento
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Fiebre
Al Dr. José Lucio González Rivero
El cuerpo vibra en un temblor incontenible,
oscilan las mandíbulas, tocan dientes con dientes,
parecen desprenderse en un crujido
que alarga su dolor a la raíz.
Cobija tras cobija van cayendo
y sin embargo crece y crece el frío
con el tumulto ciego de la fiebre
y nada lo detiene ni lo calma,
nacido de la carne lacerada
semeja espinas que atraviesan la piel
como si fuéramos de cardón espinados.
Después, un nuevo ritmo
en el baile fatal de los termómetros.
Es el calor que asciende
en intermitentes oleadas
que brotan desde las puntas de los pies:
¡el paso de las nieves al volcán!
Un crepitar de brasas nos recorre;
la llama que nos cubre
se detiene en la nuca,
penetra en la cabeza
y lentamente la sentimos dilatarse
hasta el tamaño inmenso
que cabe entre los brazos extendidos.
En el linde del volcán el rubí se diluye en nube y humo,
una lluvia sutil cala el cedazo del cielo
pero no moja ni calma la sed;
soledad y silencio se detienen arriba,
silencio y soledad caen en la sima
y vamos, peso inerte, desde arriba hasta abajo,
el crujido del vértigo en sienes y ombligo.
Está pronta a estallar nuestra cabeza
sentimos un peso de martillo que golpea,
con ruido sordo, acelerado,
sobre metal caliente.
El sudor es como agua arrojada en las brasas
que nos envuelve en sus vapores;
la saliva pastosa
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