Page 76 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles
comprar alguna cosa
para que coma ella.
Pero todo es inútil,
pues el pobre poeta
en las calles nocturnas
ha dejado las suelas,
y encontrar no ha logrado
ni una taguara abierta
donde comprar un sánguche
de diablito, siquiera,
o una humilde empanada
de caraotas negras
que llevarle a su amada
que lo aguarda famélica.
Entonces, fatigado,
se sienta en una acera,
y mientras de cansancio
los ojos se le cierran,
apoyado en las manos
mira hacia arriba y sueña:
entre viendo y soñando
descubre así el poeta
que es la noche a sus ojos
una cocina inmensa
con lejanas y blancas
bocanadas de niebla
que a flotantes columnas
de humo se asemejan,
tal como si allá arriba
cocinaran con leña…
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