Page 412 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles
timotea: Pues aguántese como pueda, carrizo. ¡Usté sabe
que los niños pobres de los cuentos de Navidad tienen
que pasar la Nochebuena temblando de frío!
el niño: Pero es que también tengo ganas de hacer pipí…
timotea: Nada de eso. Ya yo le dije que los niños de los
cuentos de Navidad de lo único que pueden tener
ganas en la Nochebuena es de comer pan.
agapito: Bueno, vieja, vamos a ver si empezamos a su-
frir de una vez; ya son casi las doce, dentro de poco va
a llegar esa señora caritativa que aparece haciendo el
bien en todos los cuentos de Navidad, y yo ni siquiera
he comenzado a maldecir mi destino.
timotea: Por mi parte podemos empezar. ¿Ya estás bien
sucio y tienes el pelo bien alborotado?
agapito: Sí. Lo que falta es que tú te acuestes en el ca-
mastrón afectada por una cruel dolencia y saques un
pie por el hueco de la cobija. Pero… Pero, ¿qué es eso
chica?… ¿Habráse visto qué mujer más imprevisiva?
¿Cómo se te ocurre cortarte la uña del dedo gordo
precisamente hoy? ¿Tú no sabes que las mujeres en-
fermas de los cuentos de Navidad deben tener la uña
del dedo gordo como una peineta?
timotea: Ya no hay remedio. Así que vamos a echarle pi-
chón a esto y empieza tú.
agapito: Otra noche de Navidad que pasamos en la mi-
seria… ¿Te acuerdas, Timotea mía, cuán distinta era
nuestra Nochebuena en otro tiempo? ¡Qué desnuda y
fría se ha ido quedando la que fuera otrora nuestra
rumbosa mansión del callejón Carmona! ¿Recuerdas
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